
Oscar Segarra (Barcelona, 1979) es Licenciado en Periodismo y Maître ès lettres, por la Universidad de París IV La Sorbona en LiteraturaComparada. En la actualidad trabaja como periodista free lance y ultima su ensayo Picasso Anarquista, que será publicado esta próxima primavera por la editorial madrileña La Oveja Roja.
-Respuesta. –Bueno, a decir verdad, Picasso se atravesó en mitad de mi tesis hace ahora dos años. Yo estaba entonces investigando sobre la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia, otro personaje del siglo XX sobre el que se ha escrito mucho pero de cuyo círculo profesional apenas había noticias, y aquí fue dónde inesperadamente me encontré con Picasso.
-P. -¿Quieres decir que Picasso fue amigo de Ferrer?
-R. –No sabría decir qué grado de amistad pudo haber entre los dos. En realidad yo creo que el contacto mayor fue con Clemencia Jacquinet.
-P. -¿Quién era esta persona?
-R. -Te explico. Cuando empecé a investigar sobre la Escuela Moderna y el círculo de Ferrer, me llamó especialmente la atención la figura de Clemencia Jaquinet. Me pareció el personaje más original de todos los que se movían alrededor de la escuela. Así que aproveché una beca de estudios para investigar sobre ella, primero en L’ Archive Departamental de Paris y después en el Ministère de l’Éducation, donde localicé un documento a nombre de Clemencia Jaquinet en el que solicitaba una especie de fe de vida laboral para poder jubilarse como maestra a causa de una enfermedad crónica. El documento tenía fecha de 1925 y facilitaba una dirección en Dijon, en la Borgoña francesa. Tenía una intuición sobre aquel sitio, y Dijon tampoco es una ciudad enorme, apenas tiene ciento cincuenta mil habitantes, así que no lo pensé dos veces, tomé un tren y me fui a ver qué rastro podía quedar de Clemencia. No me equivoqué, la casa de la rue Verreire seguía perteneciendo a su familia, en concreto a una sobrina nieta que me recibió al principio con gran desconfianza pero a la que supe ganarme hablándole maravillas de su abuela, después todo fueron facilidades. Sabía por la bibliografía que había consultado que Clemencia era una joven menuda, de aspecto monacal y firmeza de carácter y, en efecto, las fotos de juventud que me mostró su sexagenaria nieta no mentían. Clemencia había conocido a Ferrer en 1897, en Paris, donde vivirá prácticamente toda su vida. Había sido alumna del curso de español que Ferrer daba en la sede del Gran Oriente de Francia, es decir, que Clemencia compartía con Ferrer la filiación masónica y un agudo anticlericalismo. En 1898 dejó Paris y se marchó a Egipto como institutriz de los hijos del pachá Hassan Tewftik, al año de estar allí, las cosas entre el pachá y los ingleses se complicaron y ante la situación de incertidumbre e inestabilidad política regresó a Paris, donde volvió a retomar el contacto con Ferrer. Poco después, la muerte de su madre, que la afectó hasta el punto de pensar en el suicido, la sumió en una profunda depresión de la que Ferrer la sacó haciéndola participe de su proyecto de escuela y con emprender una nueva vida en Barcelona. Nathalie, la nieta, me mostró en el salón de la casa un mueble donde guardaba parte de la biblioteca de su abuela, allí vi libros de Montaigne, Rousseau, Pestalozzi, Froebel, Spencer, Kant, Rabelais… estaba la colección del El hombre y la tierra de Reclús, Las aventuras de Nono de Jean Grave, un librito de caligrafía de Malato, un manual de Geografía Física y dos volúmenes de Ciencias Naturales los tres firmados por Odón de Buen y hasta un ejemplar de Sembrando Florescon una dedicatoria autógrafa en francés de Federico Urales. También conservaba como un tesoro, en un mueble aparte, los tres volúmenes que Clemencia escribió de Historia Universal y que fueron publicados por la editora de la Escuela Moderna, y un pequeño estudio sobre Ibsen y su obra también publicado en España.
P- ¿Y Picasso?
R.- Picasso viaja a Paris en octubre de 1900, de la mano de Casagemas, para asistir a la Exposición Universal donde se exhibía una obra suya en el Pabellón Español: Últimos momentos. Ambos se instalan en el estudio de Isidre Nonell, al que conocían del grupo Els Quatre Gats. Se dice que Nonell influyó mucho en los temas que Picasso pinta en esos años: marginados, miserables, etc.
P.- ¿Qué era Els Quatre Gats?
R. -Un local frecuentado por artistas que compartían intereses políticos y sociales, además de artísticos. Allí discutían de arte, de literatura y también de anarquismo, comentaban los libros de Kropotkin, entonces muy populares. Allí se daban cita artistas fracasados, perdedores varios, bohemios de provincia, en fin, una fauna exótica entre la que Picasso encajaría como un guante.
P.- La mayoría de los biógrafos de Picasso habían minimizado la influencia del anarquismo en el pintor, si acaso, la habían reducido a las amistades que hizo en la cafetería que citas, ¿no?
Para leer la entrevista completa: www.portaloaca.com
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