martes, 19 de agosto de 2025

ENVENENADXS Y DOMESTICADXS

Hoy vivimos un problema cada vez más grave y visible: el consumo y la distribución de drogas. Nuestros barrios y pueblos están saturados de pequeños traficantes que venden dosis cada vez más reducidas, para que cualquiera, con apenas unas monedas, pueda engancharse. Es un negocio fácil, constante y devastador para la sociedad y la clase trabajadora. Esta es la cara más visible de lo que hay detrás: grandes organizaciones tanto nacionales como internacionales de narcotráfico aliadas con el poder y los Estados.

Antes, quienes se dedicaban al menudeo eran rechazados. Hoy, muchos los ven como modelos a imitar: “emprendedores” que se enriquecen rápido, viven entre lujos y comodidad, y sin aparentes consecuencias. Esta normalización del narcotráfico no emerge de la nada, sino de un sistema construido sobre la desigualdad y la miseria, donde el menudeo se convierte en una vía desesperada de supervivencia. La miseria y la falta de oportunidades son el mejor caldo de cultivo para que el narcotráfico eche raíces en los barrios obreros. Lo que antes era clandestino, hoy se exhibe con orgullo, convertido en un escaparate de éxito y poder. La droga ha pasado de ser un estigma a convertirse en un símbolo aspiracional, un producto más del mercado capitalista, reforzado por la cultura popular y la música que glorifica el enriquecimiento rápido y el consumo.


Los consumidores, lejos de ser delincuentes por elección, son víctimas. Muchos encuentran en la droga una vía de escape para evadirse de sus problemas. Este falso refugio solo multiplica los problemas, destruye familias, rompe redes sociales y provoca enfermedades mentales irreversibles. Otros terminan sumergidos en adicciones por su normalización. El consumo se viste de modernidad y diversión, ocultando su cara más destructiva. Y no debemos poner todo el foco solo en la juventud: el consumo afecta a personas de todas las edades, en todos los estratos sociales, porque el sistema que genera adicción y dependencia no distingue generación ni clase.


El papel del Estado aquí es fundamental. Lo hemos visto demasiadas veces en momentos clave de la historia obrera se han silenciado movimientos sociales con la introducción de drogas por parte del Estado. Desde la política gallega de los años 80 y 90 bajo Fraga, cuando los clanes del narcotráfico campaban a sus anchas, hasta la ya conocida foto de Feijóo en un yate junto al narco Marcial Dorado, símbolo de los vínculos entre poder político y crimen organizado. Estos episodios demuestran que el Estado no solo se lucra, permite y controla el narcotráfico, sino que lo utiliza como herramienta de control social. La droga no solo enriquece a unos pocos, sino que cumple una función política: mantener a la clase trabajadora anestesiada, distraída y debilitada.


Por eso no es casual que constantemente veamos titulares de miembros de los cuerpos represivos del Estado implicados en estos negocios. A los cuales no se les da mucho eco en la prensa sensacionalista, ya que siempre son presentados como “casos aislados”.


Mientras tanto, la sociedad paga el precio: familias destrozadas, personas de todas las edades atrapadas en adicciones y un clima social donde la droga parece algo cotidiano. No es un problema individual, sino una estrategia de control colectivo.

Por todo ello, no podemos callar ni resignarnos. Denunciar esta red de complicidades es el primer paso. No debemos practicar la exclusión de las personas que sufren esta lacra social y debemos señalar tajantemente la culpabilidad. No esperemos nada de las instituciones, porque forman parte del problema. La salida está en la organización, la solidaridad, el apoyo mutuo y la resistencia desde abajo, en la lucha por un futuro libre, consciente y sin las cadenas impuestas por el sistema que nos atrapa de todas las maneras posibles para convertirnos en “zombies”. Solo la conciencia de clase y la organización desde abajo podrán combatir estas estrategias del poder para domesticarnos.

"Obrero drogado victoria del Estado"

¡Viva la clase obrera consciente y organizada!

¡Viva la anarquía! ¡Viva la CNT-AIT!

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