El
pasado jueves día 18 ocurría lo siguiente:
Parte
de la directiva y responsables de Cruz Roja se desplazaban a tierras
alicantinas. Dirección al CIBE (Centro de Intervención de Baja
Exigencia). Si era posible, se echarían alguna foto, tomarían
alguna cervecita y verían la hoguera quemar. En sí, este acto
podría verse como un mero evento más donde la empresa se dirige
cara al público para unirse a unas fiestas populares y celebrarlo
con los suyos, todas juntas. Pero no hay forma de verlo así.
¿Con
qué cuerpo tienen que ir cuando las cosas no marchan bien?
¿Qué
cara se les debe de quedar cuando ven aparecer por lo alto de la
puerta las banderas rojinegras?
¿Qué
entusiasmo deben de tener para seguir con todo esta parafernalia y
mirar para otro lado cuando usuario por usuaria salen una a una a
apoyar a Ana entre abrazos?
Y,
cara a sus beneficios, ¿qué fama se les tiene que crear cuando cada
socia y simpatizante que se acercan no dejan de leer en todas partes
sobre el acoso y el humillante despido de la empresa a la compañera?
Sabemos
que Cruz Roja está presentada por el régimen como una ONG a imitar,
con su amplia red de solidaridad e infinita ayuda humanitaria; somos
conscientes. También somos conscientes que es la misma imagen la que
le reporta tales beneficios; lo sabemos.
Pero
esa no es nuestra mejor arma, es la solidaridad. La lucha sigue,
hasta la readmisión.
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