Ya han pasado las elecciones, y por desgracia, la pena nos
pesa a la mayoría de la sociedad. El Partido Popular ha vuelto no sólo a
obtener una amplia mayoría, sino que la ha aumentado con respecto a las
elecciones de diciembre. Pese a todo.
¿Quién no esperaba que, aunque fuese por las tramas y
escuchas descubiertas por sus ministerios, el PP no cayese en votos este fin de
semana?
¿Quién no imaginaba una subida de la coalición de partidos
que encabezan Podemos e Izquierda Unida tras ver las encuestas?
El resultado de unas elecciones da pie a que gente las
comparta y se alegre: quienes decidieron votar al PP hoy estarán satisfechas,
en cambio, el resto de la sociedad aparece ahora mostrándose con un aire de
desconsuelo, de incredulidad, de desconcierto y, sobretodo, de aguardar ganas
de salir corriendo. En parte, podemos compartir esos sentimientos de abatimiento
por observar como la gente más corrupta continua siendo reelegida. Sin embargo,
entendemos que ese desanimo que nos blindan las elecciones son también el
reflejo de la pura realidad, y que ante ella, en esta situación, están las dos
opciones sobre la mesa: el desinterés y la resignación, o la ACCIÓN y la
AUTOGESTIÓN.
Desde la C.N.T. – A.I.T. valoramos que de estas elecciones
el Estado saca su verdadero fruto, que no es sólo el hecho de haber ganado por “los
cauces de la democracia”, sino porque además ha conseguido nuevamente que la
clase obrera esté dividida, enfrentada entre sí misma, sin saber siquiera que
intereses juegan o qué están votando realmente, donde unas se alegran y otros
pierden, donde nadie parece saberlo, pero todas perdemos.
Entrar en su juego electoral no es viable no sólo porque la
ley electoral sea injusta o desproporcional, sino por los propios medios que se
utilizan para conseguir un fin. ¿Cómo podemos pretender conquistar la libertad
mediante el control del gobierno? Cuando se controla un gobierno, no se
instaura una igualdad social por promesas electorales, sino que se está sujeto
a la tiranía económica de Europa, al riesgo de que las multinacionales y grandes
millonarios no vean rentable tu posición y abandonen su inversión, se está expuesto
al acoso de los medios y al control de los mismos. Pero, lo más importante, que
se continúa efectuando la política de la misma forma convencional que el
capitalismo ha empleado para apartar el poder de los pueblos, asambleas y
fábricas: la representación, que es la manutención de unos trabajos “públicos”,
como es el de político, al cual le pagamos más que a nosotras mismas para hablar
de los problemas que ellos originan.
A día de hoy lo común es delegar:
delegar el poder en los puestos de trabajo y elegir a un
comité de empresa que, convencidos de ello, creamos que va a mejorar nuestra
posición;
delegar el poder en un partido político que, disfrazado o no de los
nuevos partidos, nos continúen vendiendo similares esperanzas y sueños
razonables para realizar durante su gestión.
Los resultados de las elecciones del 26J no dan una realidad
distinta a la que vivíamos dos días antes
o dos meses atrás. La diferencia
porcentual con respecto a otras elecciones o al resto del juego, como las
encuestas, atenderá al impacto de la difusión de propaganda del miedo, de la
esperanza, o de la responsabilidad, que casualmente son de los sentimientos que
más nos impactan ya que nos los han ido inculcando durante nuestra
escolarización por SU sistema educativo y posteriormente con la moral del
esclavo con que nos bombardean. Pese a leves cambios, el objetivo a combatir
continúa siendo el mismo: el capitalismo y su alienación.
Pero ante todo, y la postura ideológica que mantenemos en la
C.N.T.-A.I.T. es el hecho que, aunque hubiese otro resultado electoral distinto, la
transformación no estará en absoluto garantizada: la mayoría sobre un hecho no
quiere significar nada, ni siquiera la razón. Buscamos una transformación radical
de la sociedad, y por ello volvemos a lo de siempre: la Revolución. Mantener unas
ideas no es fácil, muy criticado y criminalizado, pero no nos hace ser menos
válidos, sino todo lo contrario. Ni siquiera lo consiguen esos argumentos del
número, porque ser menos tampoco lo hace menos correcto. Si quisiésemos estar
donde más personas están, nos iríamos al PP como partido y a CC.OO. como sindicato,
pero sus modelos no nos sirven.
Para que haya un cambio real, antes debe haber una
revolución de mentes; debemos sentirnos partícipes de todo cuanto nos rodea, y
no sólo cada cuatro años –o seis meses-, o cada conversación crítica en la
esquina del bar. Tenemos que ser ambiciosas, y no sólo desear la igualdad
social, sino buscarla y pelear por ella, por lo que debemos ser el reflejo que
queremos ver en la sociedad. Si las elecciones sirven para algo, es para
desvincularnos, haciéndonos creer que todo cuanto cabe en nuestras manos –votar,
pagar impuestos, soltar limosna de vez en cuando e inscribirte en la empresa de
la Cruz Roja- ya está hecho todo.
Que la resignación no sea el resultado final de estas
elecciones, sino que sirva para que seamos conscientes que votando no conseguimos
nada –y que en caso de obtener mejoras en nuestras posiciones, no sirve de nada
si el resto continua igual, de la misma forma que si en otro país continúan o
empeoran-. El hecho de apostar por otros medios para luchar contra el Estado,
su autoridad y todo abuso de poder hace que, el impacto de estas elecciones sea
menor, puesto que gane quien gane, tenemos claro que el pueblo siempre pierde,¡
de tal forma que si nadie trabaja por ti, que nadie decida por ti!
Luchamos contra unos, pero también contra otras, porque no
queremos a nadie, queremos la libertad.
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