Cuatro meses no han creado una rebelión en el Parlamento. Ni lo esperábamos. Se ha aprobado la flamante reforma laboral del PP, la cual libera al empresario de cualquier incomodidad a la hora de deshacerse de sus trabajadores, y de hacer con ellos lo que él considere. Una reforma laboral que destruye y no crea. Destruye cualquier vestigio de empleo digno que nos quedaba en este país.
Con el sindicalismo oficial desmantelado (incapaz de forzar ningún cambio a la ley en este tiempo) y directamente vinculado al problema a través de sus subvenciones que le ata las manos y le cierra la boca a la hora de levantar la voz, y los trabajadores asustados por un paro presente o inminente, el gobierno casi no ha tenido ni protestas en el momento de aprobar, formalmente, su decreto.
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