En un día como
el de hoy, 14 de abril, se ven alzadas muchas banderas republicanas y clamos
por una nueva República. El día es recordado por su pasado histórico ya que hoy,
hace 85 años, se encontraba proclamándose la II República en España. Con este
hecho las calles acogieron un gentío con inminente asombro y celebración; había
mucha esperanza en un nuevo proyecto de transformación social y político donde
incluso el movimiento obrero, que estaba en el plano sindical y desde fuera de
las instituciones, en cierta medida acogió esta elección en un primer momento.
No obstante, el trascurso de la etapa republicana deja detalles más curiosos
que examinar.
Algo que nunca
se señala pero que es muy destacable a la hora de hablar de la república fue su
defensa a ultranza del orden burgués. En su intento por contentar a la
burguesía abandonaron las medidas más socialistas que pretendían los más
desfavorecidos, intentando cercenar la lucha tan viva que mantenía el
movimiento obrero. Tal fue su empeño que en 1932 Ángel Galarza, director
general de Seguridad de la República y, Maura, ministro de Gobernación crean la
Guardia de Asalto, un cuerpo especial armado con una porra de cuero de 80 cm y
un revólver se convirtieron en uno de los cuerpos más duros del Estado. Esta
nueva fuerza de seguridad se sumaba a la
ya habitual odiada Guardia Civil, que por supuesto Maura se negó a disolver
como así lo pretendía una amplia mayoría de la sociedad civil. Tampoco
cumplieron con su compromiso de disolver el Sometement, grupo reaccionario
encargado de reprimir a sindicalistas. Además, no dudaron en utilizar al
ejército en la lucha en las calles. Durante la República la represión y
brutalidad policial contra los obreros continuó con total impunidad. Palizas
desproporcionadas y asesinatos a sindicalistas mostraban que los anhelados
cambios debían esperar.
En Barcelona
el ayuntamiento fundó la Brigada per a la Represió de la Venta Ambulant, los
cuales limpiaban el puerto de gente maleante y mendigos. La represión hacia los
parados creció de forma exponencial con las nuevas leyes de la Ley de Defensa
de la República, Ley de Orden Público y especialmente con la Ley de Vagos y
Maleantes. Esta ley debe ser estudiada en profundidad para entender el carácter
notoriamente reaccionario de la II República. La Ley de Vagos y Maleantes
buscaba no sólo castigar al obrero concienciado, sino criminalizar con carácter
preventivo a gran parte de la clase
obrera por considerarla peligrosa para sus intereses. Para ello contemplaba la
creación de campos de concentración al estilo de la Alemana nazi que con total
incoherencia condenaba el gobierno pseudo progresista. En estos campos de
trabajo fueron apresados desde sindicalistas que repartían panfletos, hasta
vendedores ambulantes, pasando por vagabundos (o personas que lo parecieran),
discapacitados o personas de alta edad que se encontraban por la vía pública.
Esta ley clasista digna de los gobiernos más fascistoides es uno de los
elementos que no se mencionan cuando se vanagloria el recuerdo de la II
República.
Podríamos
entrar en algunos ejemplos como la matanza de Casas Viejas con la carta blanca
literaral del presidente Azaña, de la represión en las huelgas del 34 en el Alt
Llobregat o de todos esos ejemplos que llenaron las cárceles de la República y
que hizo que ésta tuviera que verse obligada a emplear barcos como cárceles
añadidas. Todo esto no nos hace más
que demostrarnos la imposibilidad de que las pretensiones del movimiento obrero
triunfen bajo un Estado, por muy progresista o revolucionario que se
autoconsidere. La emancipación de l@s obrer@s será por l@s obrer@s mismas o no
será. Por ello, rechazamos la vía institucional que
siempre nos traiciona y no sirve a nuestros intereses.
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